Por José Miguel Cardemil, Investigador Principal, SERC Chile – UC
Cuando hablamos de descarbonización, solemos imaginar grandes turbinas eólicas, extensas plantas solares o el cierre definitivo de las centrales a carbón. Pero la transición energética también se juega en un espacio mucho más cercano y cotidiano: nuestros hogares. Para que la energía renovable pueda reemplazar completamente a los combustibles fósiles en la vida diaria, hay una pieza técnica y estratégica que no puede faltar: el almacenamiento.
Hoy, la mayoría de los hogares en Chile y el mundo consumen más energía en las mañanas y en las noches, justo cuando el sol no brilla. Esto crea un desajuste natural entre la producción de energía solar y el consumo residencial. Si no podemos almacenar esa energía limpia generada durante el día, simplemente no lograremos reemplazar el gas, o la leña en la calefacción, el agua caliente o en labores de cocción.
El almacenamiento energético es, por tanto, mucho más que una batería de litio en el estacionamiento. Es una familia de soluciones que incluye acumuladores térmicos, bombas de calor eficientes, y tecnologías de gestión que permiten usar el calor del obtenido en la radiación diurna para consumos nocturnos. Cada uno de estos elementos permite que la energía renovable se adapte a los hábitos reales de consumo, sin exigir a las personas cambios drásticos en su rutina.
Además, estos sistemas permiten que la electrificación de los consumos domésticos —una condición necesaria para alcanzar la carbono-neutralidad— se realice con sentido. No se trata solo de cambiar una estufa a gas por una eléctrica, sino de asegurarse de que esa electricidad provenga de fuentes limpias, y esté disponible cuando se necesita. La climatización residencial, que representa una porción significativa del uso energético en invierno, solo podrá descarbonizarse si logramos aprovechar la energía solar en tiempo diferido.
Por eso, resulta urgente cambiar el foco de la conversación: este no puede estar solo en generar más energía renovable, sino en cómo almacenarla eficientemente a gran escala y sobre todo a nivel distribuido. Es aquí donde se abre una gran oportunidad desde la política pública. La inversión en tecnologías de almacenamiento doméstico sigue siendo baja, y faltan instrumentos que promuevan su masificación, desde subsidios hasta estándares de construcción que integren soluciones térmicas eficientes que se traduzcan en ahorro en las cuentas básicas del hogar.
El futuro energético no se construye solo con más paneles, sino con sistemas que hagan de la energía renovable una compañera estable, flexible y presente en todos los rincones del hogar. Ha llegado el momento de poner al almacenamiento en el centro de esa estrategia